Editorial

Las desigualdades económicas y el control de los flujos migratorios

El último informe sobre desarrollo humano correspondiente al año 2006 acredita que nos encontramos ante un lento avance en la disminución de las desigualdades entre, y dentro, de los Estados. Estamos en presencia de una economía que se denomina global y que favorece la liberalización de determinados factores productivos, pero que no ayuda a la reducción de los desequilibrios económicos. Se predica, y se razona muy sólidamente, la eliminación de las restricciones al movimiento internacional de las mercancías, capitales y servicios. Se justifica la exclusión del factor trabajo, pues con razón, plantear una libre circulación de trabajadores de carácter planetaria generaría unas tensiones difícilmente soportables en algunos países desarrollados (con la salvedad de la movilidad del trabajo especializado que aporta un valor añadido muy específico en un mercado determinado, como los científicos, actores o deportistas). Pero incluso los factores que son objeto de liberalización, como las mercancías, se encuentran con severas restricciones por algunos Estados. Están sujetos, alternativa o acumulativamente, a aranceles, barreras no arancelarias, financiación pública para que el precio sea competitivo y a obstáculos en el acceso al mercado. Ello es especialmente constatable en las restricciones impuestas a la liberalización de los productos agrícolas, que obstaculizan el acceso al mercado de algunos países, incluyendo especialmente a los miembros de la Unión Europea. Una actitud parecida podría observarse en los productos manufacturados, especialmente en el sector textil que también es objeto de especiales restricciones en su acceso al mercado de los países desarrollados.

En cualquier caso, en la última década se han acrecentado las diferencias económicas entre los países. Los desequilibrios en el desarrollo económico y social son uno de los ejes que caracterizan la actual sociedad internacional, aunque no sea un factor nuevo dado que ya se encontraban presentes con anterioridad. Lo relevante es el incremento de la desigualdad social y la pobreza, dentro de la sociedad, y entre sociedades; y el literal abandono de países enteros, especialmente, y esencialmente, africanos. Junto a ello se acentúa también la percepción de que determinados problemas en los países en desarrollo adquieren un carácter mundial y se perciben como una amenaza a la seguridad de los países desarrollados, ya sea en la forma de flujos migratorios, conservación del medio natural, posesión de los recursos estratégicos o incluso por las políticas armamentísticas y terroristas de determinados países. En este contexto recuérdese la noción de desarrollo sostenible, concepto polisémico que se formula como principio en la Declaración sobre Medio Ambiente y Desarrollo adoptada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992. Este concepto parece expresar que la progresión económica tiene límites, que no es permisible un crecimiento económico exponencial, y que éste no es alcanzable a todos los Estados sin poner en riesgo la viabilidad del planeta. La Conferencias internacionales auspiciadas por Naciones Unidas durante la década de los años noventa, propiciaron un consenso en diferentes ámbitos alrededor de este concepto, y formularon objetivos de desarrollo en diversos ámbitos.

La riqueza se incrementa en términos planetarios, se nos decía en el Informe de Desarrollo Humano de 2005, y efectivamente se ha producido una reducción importante de la pobreza extrema, invirtiendo una tendencia de casi un siglo en el que se incrementaba el número de personas en esta situación. Pero este comportamiento no ha sido homogéneo, y se debe en gran medida al desarrollo de India y China. Para otros países y regiones, la situación es mucho más complicada. Baste ilustrarlo con el siguiente ejemplo, si los países de ingreso alto (por encima de 9.385 US $ de 2003 de ingreso nacional bruto por càpita, sin olvidar que España sobrepasa holgadamente los 20.000 US $) dejaran de crecer y América Latina y África Subsahariana mantuvieran su actual trayectoria de crecimiento, América Latina tardaría hasta el año 2177, y África hasta el año 2236 para alcanzar a los países ricos.

África es pues la región del planeta más extremadamente pobre con un déficit sanitario y educativo crónico; y al que la Unión Europea le pretende dedicar una especial atención. Así se deduce de la estrategia adoptada por el Consejo Europeo de diciembre de 2005, y que se ha concretado, inicialmente, en la propuesta de Asociación Política Regional con los países del Cuerno de África y en el compromiso de incrementar sensiblemente el volumen financiero de la ayuda de los países de la UE. No se debe olvidar que una de las consecuencias, que no la única, del abismo en las condiciones materiales y la diferencia demográfica es la dificultad de regular y controlar los flujos migratorios por los Estados desarrollados. La diferencia de renta entre los países emisores de emigrantes y los receptores de inmigrantes incentivan los flujos migratorios. Ello no obstante, el incremento del grado de desarrollo de un país no implica automáticamente una disminución de sus tasas de emigración. Al contrario, se produce una paradoja que se expresa en los siguientes términos: cuanto más esfuerzos se dediquen al desarrollo de terceros Estados más posibilidades de incrementar los flujos migratorios, y ello durante un período de transición migratoria que puede tener una duración de varios años, pues un incremento del desarrollo económico en un país comporta cambios en las instituciones sociales, en las relaciones familiares y en el modo de vida que fomentan la movilidad espacial, y crea nuevas aspiraciones en la población. Por ello es comprensible la adopción de iniciativas como la Conferencia Euroafricana sobre Migración y Desarrollo que tuvo lugar en Rabat en julio de 2006, a iniciativa española, con la idea de gestionar el flujo de inmigrantes desde el África subsahariana a la Unión Europea. Los resultados obtenidos invitan, en principio, a un moderado optimismo porque inician una senda de largo recorrido entre países emisores y países receptores de emigrantes que se fundamenta en una cooperación marco que engloba la cooperación al desarrollo, la organización de la migración legal y la lucha contra la inmigración ilegal.

En este contexto conviene reflexionar sobre hasta qué punto es tolerable el mantenimiento de un desequilibrio regional tan importante en las fronteras exteriores de la Unión Europea. Cuestionarse si es sostenible en el medio plazo, una situación de estas características. La erradicación de la pobreza en el contexto del desarrollo sostenible que es el objetivo primordial de la cooperación al desarrollo de la Unión Europea según se dispone en el Consenso Europeo sobre Desarrollo de febrero de 2006, se presenta como un objetivo modesto; como también son humildes las finalidades que se pretenden alcanzar con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Es difícil calificar el hecho de que, por ejemplo, erradicar la pobreza extrema y el hambre, la detención de la propagación y reducción del VIH, y el paludismo, o lograr la enseñanza primaria universal sean objetivos de difícil consecución para el año 2015. Ello no significa la ausencia de esfuerzos por los Estados, la Unión Europea, y otras entidades y actores para mejorar el volumen, la calidad y la eficacia de la ayuda al desarrollo; lo que demuestran los datos es la insuficiencia de resultados y la falta de consciencia sobre la magnitud del problema al que nos enfrentamos.

Andreu Olesti Rayo

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